Cómo entender a tu hijo
Se conocen muchas definiciones y enfoques sobre la adolescencia, aunque creo que
resulta complicado explicar esta etapa de la vida de manera unívoca. Por esa razón,
más que definirla vamos a exponerla a través de algunos conceptos que ayudarán a
comprenderla.
Considero esencial destacar que la adolescencia es un proceso altamente
conflictivo. Lo que sobresale en esta etapa son continuos episodios de crisis en los
jóvenes; una presencia constante y agotadora de dificultades que tienen lugar ante
cualquier situación, ocasionadas por los cambios repentinos en el estado de ánimo.
Estas oscilaciones anímicas resultan naturales, dado que el adolescente se encuentra
en un interludio que es el resultado de la vivencia de una infancia que va dejando y
una edad adulta a la que va ingresando. No existe un piso seguro en donde pueda
pararse, sino que se encuentra en medio de dos espacios, en un proceso de
transformación. Ni oruga ni mariposa, podría decirse.
Dichos episodios de crisis ponen a prueba la serenidad personal del adolescente.
Cuando éste trae consigo una sólida estructura y una experiencia emocional estable,
tendrá más recursos para transitar a esta etapa de una manera serena y más
equilibrada; por el contrario, si no fue formado con una estructura de valores, límites
adecuados, una autoridad firme y bien fundada que le proporcione estabilidad
emocional, vivirá la adolescencia de una manera caótica y conflictiva.
La adolescencia se convierte en una reedición de la infancia.
Todos los conflictos que no se resolvieron o que no fueron
bien manejados en la niñez, se enfatizarán durante esta etapa.
La infancia es absolutamente determinante, por eso se hace tanto hincapié en cuidar
el desarrollo emocional, afectivo y conductual del niño durante sus primeros años de
vida.
Si un niño presenta cierto tipo de problema en la infancia, la proyección que se dé en la adolescencia será en el mismo sentido. De ahí se deriva la tendencia a que la
educación tenga un enfoque preferentemente correctivo, porque mientras más tiempo
transcurra y mayor sea el niño, se vuelve más complejo guiar conductas positivas. Lo
recomendable es minimizar los conflictos infantiles para evitar que se fortalezcan y
compliquen en la adolescencia.
Un niño sin problemas significativos será un adolescente más
fácil de educar y de orientar.
La adolescencia no sólo es una etapa de crisis para el joven que la está viviendo, sino
que confronta a toda la familia, pone a prueba la capacidad resolutiva de los padres.
Si cuentan con elementos para enfrentar y solucionar eficazmente dificultades, si la
convivencia se basa en el respeto y en la comunicación y existe un ambiente
armónico en el hogar, seguramente tendrán mínimos conflictos con el adolescente y
será posible pasar por esta etapa de una manera más conveniente.
La posibilidad de resolver correctamente el proceso
adolescente de un hijo, tiene mucho que ver con la capacidad
general de los padres de familia de saber cómo solucionar
situaciones complicadas.
Es fundamental entender que se trata de encontrar soluciones a los problemas, no de
encontrar problemas a las soluciones. Hay infinidad de personas que confunden estos
dos principios, y hallan objeciones a toda propuesta de solución. Por ejemplo, a la
mamá le proponen una alternativa para resolver determinado conflicto y dice: “Es que
fíjate que eso no funciona con mi hijo, además mi esposo no ayuda y siempre está
ausente”. “Entonces habla con tu hijo”. Y ella continúa objetando: “No, no puedo,
soy malísima con las palabras y no sé qué decir, y nunca me pone atención”. Tienen
soluciones y no las quieren ver.
Por otro lado, no hay ninguna etapa en el desarrollo del ser humano que sea tan
larga como la adolescencia. Por ejemplo, desde el nacimiento de un individuo hasta
que deja de ser bebé pasan de seis a ocho meses; la fase en que aprende a caminar
abarca de dos a tres años; el periodo de control de esfínteres dura de seis meses a un año, pero la adolescencia se prolonga por un espacio de tiempo muy extenso, y esto
también forma parte de los factores que la convierten en un proceso complicado.
La adolescencia es una etapa de cambios, no sólo físicos, sino
también de desarrollo psíquico que genera conflictos porque
confronta a los jóvenes con sus propias estructuras y hace que
a veces no se entiendan ni ellos mismos.
Por ejemplo, un niño o niña al que hasta ese momento no le ha interesado el sexo
opuesto, porque se encuentra en la etapa de latencia (de los cinco a siete años, hasta
los once o doce años aproximadamente, prácticamente toda la primaria), es decir, el
periodo de vida en el cual se fomenta de manera natural la vinculación de niños con
niños y de niñas con niñas, de pronto se da cuenta que ya no sólo quiere estar con su
mismo género, sino que además le empiezan a gustar personas del género opuesto, y
le hacen tener sensaciones que nunca antes había experimentado. Se van dando
cambios mentales y cambios emocionales. Y conforme el niño va conviviendo con
niñas (o viceversa), un día siente deseo sexual, cuando no tenía ni la menor idea de
que existía la dichosa atracción. Entonces se desconoce a sí mismo, se siente extraño
y entra en conflicto.
Otro ejemplo es la niña que adoraba a su mamá, que todo el tiempo quería estar
con ella, recibir sus mimos y tener su atención, y de pronto comienza a aborrecerla, a
rechazarla, y no lo comprende, pues antes era la compañía que más procuraba y
disfrutaba.
Son cambios que simplemente se dan, generando conflicto y confusión en los
adolescentes y, por supuesto, en los padres también, para quienes es muy complicado
comprender lo que el hijo está experimentando. Es común que digan: “Me lo
cambiaron de la noche a la mañana. En la noche se acostó uno, y amaneció otro”. Así
son los hijos en la adolescencia, dejan de ser niños a veces de un día para otro.
En esta etapa los jóvenes comienzan a adquirir la conciencia de un ser individual:
de ser una persona. Antes era el hijo de tal, el hermano de tal, el nieto de tal, el vecino
de tal, y ahora aprende a tomar conciencia de su individualidad; se da cuenta de que
tiene ideas propias, emociones, deseos, identidad y, forzosamente, por una cuestión
casi lógica se ve confrontado con qué tipo de individuo es, quién es y esto
mínimamente desata una crisis. Nunca había adquirido conciencia de su ser
individual, no se había cuestionado nada acerca de su identidad, de sus intereses, de
sus ideas. Antes sus padres le decían lo que le tenía que gustar y lo que no, lo que
debía pensar, ahora se da cuenta de que posee un criterio propio, y que no necesariamente está de acuerdo con todo lo que sus padres le dicen: vive en un
entorno completamente diferente y se siente extraño.
En este periodo, el adolescente tiene que consolidar su personalidad. Hay
elementos que se van gestando desde la infancia hasta la pubertad; también existe una
parte que quizá está relacionada con el temperamento, incluso puede tener que ver
con cuestiones éticas, y es obvio que de igual manera se involucra el desarrollo del
carácter.
El afianzamiento de la personalidad como tal es una de las
grandes finalidades de la adolescencia.
Con frecuencia los adolescentes tienden a pensar que la primera personalidad a la que
se enfrentan es la que conservarán toda la vida; no obstante, los padres sabemos que
no es así. El joven puede ser rockero, luego emo, después muy conservador, y estos
cambios, a veces contrastantes, se deben justamente a que anhela consolidar su
personalidad. Lo que en realidad está buscando es su identidad, y de eso nos
ocuparemos más a fondo.
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